Nota de la autora ~> ¡LO CONSEGUÍ! Aquí el Cap.29 aunque creo que dejará algo angustiada a más de una que yo me sé. Jejé ;) Queda poco para que El último Guardián se acabe, ¡muy poco! Pero tranquilas/os, porque aún quedan dos libros más de la saga CDS (Crónicas del Submundo)
¡Besos y espero que os guste el cap!
Los cabellos dorados revoloteaban con ligereza en la fresca brisa nocturna.
Una mano se posó sobre su hombro, de forma tierna y ella se giró, encarándolo. Sonrió cansada.
—Están bien, María. Y por mucho que mires la puerta no regresarán antes.—la voz de su primo era suave, pero estaba claro cuales eran sus intenciones. Quería que fuera a dormir de una vez, mientras sus amigos estaban allí dentro—Dáranir nunca dejaría que les pasara nada.
La tos proveniente de un costado del barco los pilló por sorpresa. Se levantó de la hamaca en la que estaba tumbada, con un gesto verdaderamente aterrador.
—¿Y quién cuidará de Dáranir, entonces?—Chelsea no pestañeaba, tenía los ojos rojos. Otra más que no había dormido.—Han pasado cinco días ya, deberíamos entrar a buscarlos.
Mark frunció el ceño cuando María asintió a su comentario.
—Estoy al mando, y Dáranir dejó claro que no podíamos entrar tras ellos.—la guerrera parecía tener ganas de replicar, mas calló con la siguiente frase del Guardián—Y no vamos a desobedecer las órdenes del líder.
—Quiero saber si Kira y Scarlett están bien...—suspiró su prima desplomándose sobre la barandilla del barco.
Chelsea golpeó furiosa un cubo, derramando todo su interior en la cubierta.
—¡El híbrido! ¡Lo que faltaba! Mark, enséñale a la niña a elegir mejor sus mascotas.—dicho esto se marchó, más enfadada que antes.
María bufó dándoles la espalda y siguió mirando silenciosa al horizonte.
Mark se puso a su lado suspirando.
—No la tomes en serio ahora, pequeña.—acarició la cabeza de su prima sonriendo—Cuando alguien a quien quieres está en peligro...no piensas antes de actuar.
Ella levantó la cabeza hacia él y volvió a sonreír, incluso soltó una leve risita.
—Siempre estarás conmigo, ¿verdad?—le preguntó en apenas un susurro.
—Siempre.
***
Kira estaba en esa fase llamada negación.
Era muy sencillo, su mente actuaba ahora a cámara lenta y se iba dando cuenta poco a poco de lo que estaba sucediendo en la realidad. Notó las garras crujir cuando estiró los dedos pálidos. Frente a él, el río de lava y su espalda, su hermano, riendo. RIENDO. Ya no recordaba los motivos, pero sabía que no podría sentirse en paz hasta que descuartizara a esa cosa. Ni siquiera estaba enfadado, la frialdad psicópata que a veces llegaba a su cuerpo, su lado oscuro, tenía el poder completo.
Se sentía fuerte y poderoso, un ser capaz de arrancarle la garganta al mismísimo Demonio. Comenzaba una nueva transformación. Sus alas de plumas negras mutaron en apenas unos segundos y cambiaron de piel como si fueran una serpiente, creando otras nuevas, también negras, pero escamosas y más grandes.
Sabía qué había perdido algo muy importante. ¿El qué?
—Tranquilo, hermano. Tú eres el siguiente.—odiaba esa voz. Odiaba ese aspecto idéntico al suyo. Incluso se odiaba a sí mismo por parecerse tanto. Se giró pausadamente, las pupilas totalmente dilatadas, ojos inyectados en sangre—¡Levántate! Mátame.
Sí, eso también lo sabía. Era consciente de que solo lo provocaba para que reaccionara de una vez por todas. Kira no iba a defraudarlo.
Abrió las alas y las cerró en un rápido movimiento, elevándose hasta la altura de Norian. Este sonrió complacido. El medio demonio no se demoró en actuar y cogió aprisa sus dos espadas, a lo que su gemelo hizo una mueca de disgusto. Sabía a quién pertenecían, eran de su difunto padre; un humano. Kira las hizo girar para cortarle de una vez por todas el gaznate, pero este lo esquivo con facilidad escurriéndose hacia abajo. Sin perder tiempo lanzó dos tajos hacia él que erraron, mas al lanzar un tercero Norian contraatacó y lanzó sutilmente con un soplido un extraño polvo negro que cegó a Kira.
—Veamos qué tal te mueves sin poder ver.—su voz era un susurro tentador, sabía que tenía una mueca burlona implantada en esos crueles labios.
Puede que tuviera una parte humana, pero su instinto en esos momentos le decía claramente lo que tenía que hacer. Soltó las espadas que cayeron al suelo, varios metros más abajo, con un ruido sordo.
Los colmillos ya habían salido hacía rato, haciéndole sangrar. Colmillos para desgarrar. Para matar. También tenía garras y una fuerza muy superior a la humana, pero inferior a la de su hermano.
Sus alas desaparecieron por propia voluntad y fue cayendo con sutileza hacia el suelo, seguido por Norian. Cuando ambos tocaron la ardiente roca Kira lanzó una dentellada salvaje y repentina, que iba directa a su cuello, sin embargo,a causa de la ceguera, solo pudo hacer un corte en el hombro, del cual empezaba a emanar sangre. El Demonio Supremo elevó con curiosidad una ceja, algo sorprendido.
—Estás muerto.—siseó Kira, volviendo a atacar con todo lo que tenía. Sus garras notaron cuando la carne se rompió y los jirones sangrientos salieron volando. Tenía los brazos cubiertos de sangre, pero no era la sangre que ansiaba. Miró con odio hacia la criatura que había osado interponerse entre su su presa y él.—Tú.
Iba a continuar atacándola hasta matarla, a pesar de que ya estuviera casi muerta después de su ataque. Ni siquiera se había defendido a sí misma, solo se ocupó de servir como escudo.
No hizo falta que Kira se encargara. Norian lo hizo antes. La agarró de forma bestial por el cuello, asfixiándola y clavándole las uñas sin piedad alguna. En la mirada del Demonio solo había desprecio.
—En verdad...¿me crees tan débil como para perder ante semejante ente?—su voz destilaba furia.
Heline no respondió. Su expresión no transmitía nada, ni miedo, ni dolor.
Kira frunció el ceño. Juraría que había estado a punto de matarlo hacía un momento. Cayó en la cuenta entonces de que Norian no había atacado ni una sola vez. Todavía. Dio un paso hacia atrás desconfiando.
—Si vuelves a ponerte en mi camino, correrás la misma suerte que tu hermana.—soltó a Heline, que chocó contra el suelo y asintió en silencio. Era leal ante todo.—Continuemos con nuestro juego, mi pequeño monstruo.
Todos los nervios de Kira se pusieron alerta. Ahora empezaba de verdad la batalla.
El Demonio era como una sombra sigilosa, nunca sabía de dónde vendrían los golpes ni con qué intensidad. Era rápido, silencioso y mortífero. A duras penas el híbrido podía defenderse y ya ni hablemos de devolver los ataques. No era el poder de un demonio. Era el poder de vender su alma al Inframundo. Kira cayó al suelo de rodillas, exhausto, pero Norian no iba a darle tregua tan pronto. Las garras de su hermano cayeron sobre Kira una vez más, atravesando piel, músculo y hueso. Lo peor era la pierna izquierda. El Demonio lo había herido con la hoja de Hekss y había un trozo de músculo desnudo, sin piel que lo protegiera. Tuvo que buscar fuerzas donde ya no existían para levantarse de nuevo.
—Ríndete.—rogó Norian con voz melosa.—Y te mataré rápido.
Kira soltó una carcajada impropia de su penosa situación.
—Prefiero morir luchando.
—¿Por qué, monstruo? ¿Por qué?—El Demonio levantó el puño, a punto de golpear su cara con un puñetazo, mas Kira consiguió levantar la mano derecha y parar el golpe.
<<Eso, Kira. ¿Por qué prefieres morir luchando?>> hasta él mismo se lo preguntaba. Sabía la respuesta, por supuesto, pero era más sencillo para todos olvidarla.
—¡Cuando tu Amo te pregunta, respondes!—la orden vino seguida de una patada en las costillas, ya rotas de golpes anteriores.
Quizá fuera por los golpes, las patadas, los mordiscos, el dolor, sentir como la sangre se iba a borbotones de sus venas, notar como la vida lo abandonaba...quizá fuera por eso que lo recordó de pronto. La razón por la que si tenía que morir, lo haría luchando. Le vino su imagen a la mente. El recuerdo de haber robado el primer beso de esa chiquilla torpe y atolondrada, en otro mundo y por el estúpido motivo de que los matarían unos vampiros. Ese beso se lo había robado su parte indiferente, la parte a la que no le importaba hacer sufrir a los demás, la parte que solo buscaba su propia satisfacción personal. Y como todo cambió después. Como empezó a verla con otros ojos, aunque la mente ingenua de esa muchacha no lo entendiera. No sabía qué era eso que sentía, era nuevo y dolía, por lo que su primer instinto fue alejarlo de él. Era su juguete, siempre lo fue. Un juguete que no podía compartir con nadie, ¡era obvio! Solo podía pertenecerle a él. Un juguete que conseguía enfurecerlo y hacerlo gritar, ponerlo de los nervios, reír, disfrutar y soñar. Esa criatura, que lo había visto en su verdadera forma, horrible, monstruoso, aterrador, horrendo. Y que en ese momento se había asustado, pero retuvo su miedo y sonrió. Una criatura idiota y egoísta que lo había obligado a quedarse con ella en contra de su voluntad, metiéndolo en medio de un Juramento del que no tendría porqué formar parte. La misma que le había pedido perdón con lágrimas en los ojos, concediéndole de nuevo su libertad, sin saber que si el Juramento se rompía, moriría.
Moriría.
Muerta.
Ahora, ella estaba muerta.
Scarlett.
—Ella murió luchando.—lo dijo tan sorprendido, parecía que se acababa de dar cuenta—Yo haré lo mismo.
—¿Ella?—preguntó Norian, arqueando una ceja.
—Scarlett Chevalier.—la decisión marcó sus palabras. Mataría a su hermano, y si no lo conseguía, moriría intentándolo. Llevaba casi 300 años esperando ese momento.
¡FUSSSSSSSSSSSSSH!
Ambos hermanos se giraron a la vez y miraron a sus espaldas. El río de lava estaba levantándose a gran velocidad hacia el cielo, como si fuera un tsunami que se quedó paralizado.
—Lo sabía.—rió el Demonio Supremo.—¡Lo sabía!
De entre los restos de fuego, salió una muchacha de pelo rojo, cubierta por llamas en cada parte de su cuerpo. Tenía los ojos cerrados.
Kira dio un paso hacia ella, sin llegar a creérselo del todo. La chica no respondió, ni respiraba.
—Heline, enciérrala de nuevo. Y esta vez que no escape.—las palabras de Norian llegaron con dificultad a oídos de Kira.
Este corrió hacia Scarlett justo antes de que se desplomara en sus brazos. Podía escuchar su débil corazón latir. Estaba viva. Por el momento. Pero...¿cómo era posible? Tampoco le importaba.
Heline se dispuso a atacar, pero fue sorprendida por detrás y lanzada hacia un lado de forma brusca.
—Tócala y estás muerta.—Kira también se giró para ver quién era. No pudo más que sonreír ante la mueca que le dedico Julian DuFrain como saludo.
Heline se relamió los labios; sangraba. También ella le sonrió al Elementar del Viento.
Era ahora o nunca. Kira cogió a Scarlett en brazos y corrió sin más dilación hacia el otro lado del puente, soltando gruñidos por cada vez que las heridas le escocían al dar un paso más. Sintió el dolor cuando Heline le lanzó una daga, clavándosela directamente en la espalda. Pensó que se quebraría. Sus brazos no pudieron más y Scarlett cayó al suelo de un golpe, todavía sin abrir los ojos. Julian avanzó hacia ellos y se echó a la muchacha pelirroja a la espalda, siguió corriendo, a por Dáranir, que se encontraba inconsciente también y solo. Norian y el demonio inferior habían desaparecido. Kira se encogió sobre sí mismo cuando Heline le atestó un último golpe de su daga justo al lado del corazón. Vio a Julian coger a Dáranir y a este abrir los ojos lentamente, despertando de un sueño venenoso.
Y todo empezó a desmoronarse.
Las piedras caían de un techo infinitamente alto, como proyectiles mortíferos. El río se desbordó, todo era fuego y roca. Kira escupió al suelo sangre y se levantó, no supo como, pero lo consiguió. Esos tres no tenían ninguna oportunidad sin que un demonio les mostrara la salida.
—Julian...ven...—jadeó, su voz sonó áspera—JULIAN IMBÉCIL ACÉRCATE.
El chico negó mirándole con desprecio. Eso provocó un ataque de ira en el híbrido. Se levantó obligando a sus huesos quebrados a moverse de nuevo. Sus piernas también comenzaron a moverse cada vez más rápido, hasta que se dio cuenta de que estaba corriendo. Tenía que tocar a los Guardianes y pensar en la salida, o estarían perdidos. El puente también se desmoronó. En el último instante, Kira consiguió saltar y abrió los brazos, cogiendo a Dáranir, Julian y a Scarlett.
<<Inframundo, llévame a las Puertas>> pensó.
Tenía que funcionar.
Abrió los ojos. Las gigantescas puertas de hierro estaba ahí, a su alcance. Sonrió cansado y apremió al Elementar.
—¡No tenemos mucho tiempo! ¡CORRE!—corrieron, claro que corrieron. Porque ya se estaban cerrando.
Vio como Dáranir y Scarlett eran empujados por Julian y salían, tocando la arena de la isla, su salvación. Julian dio un salto y consiguió salir, las puertas aún estaban lo suficientemente abiertas como para que Kira pasase, mas cuando este quiso hacerlo, Heline apareció delante de él.
—Tú no vas a nigún sitio.—ordenó con su frívola voz.
Alzó la daga, sabía que venía ahora. Iba a decapitarlo, así de sencillo.
Y lo habría hecho si una explosión de llamas no la hubiera echo volar por los aires sin previo aviso. Una mano se apretó contra la suya y de algún sitio, consiguió volver a recuperar algo de fuerzas. A su lado, siempre a su lado, la chica envuelta en llamas lo miró. Los ojos verdes volvieron a encontrarse con los azules. Ambos sonrieron más cansados y doloridos que nunca.
—Se supone que yo venía a rescatarte.—le susurró contra su pelo en el mismo momento en el que ambos saltaban rápidamente hacia fuera, consiguiendo, al fin, salir del Infierno.
Si Kira no hubiera cerrado los ojos por el dolor de sus heridas en esos momentos, podría haber visto como Chelsea saltaba repentinamente del barco y corría a por Dáranir. Podría haber visto como lo besaba delante de todos, sin importarle ya quién los veía. También vería a María gritar y llorar al mismo tiempo. Y a Mark abrazar a Julian con alegría, como los dos viejos amigos que eran. Y sobretodo, vería a Scarlett acariciarle con delicadeza la cara, conteniendo a duras penas las lágrimas, pues una resbala ya por su mejilla y fue a caer sobre los párpados cerrados de Kira. Pues este no sentía nada, excepto dolor. Cada herida provocada por el Demonio era cien mil veces peor que cualquier otra. La chica abrazó al híbrido y lo mantuvo entre sus brazos, aunque este no le pudiera responder ni siquiera con un movimiento.
—No vas a morir, ¿vale?—el fuego a su alrededor se había disipado—No permitiré que mueras por mi culpa.